17 dic 2008

Ping-Pong




"Madrid es la capital del arte moderno; nosotros lo seremos del contemporáneo", dice el director del Macba, Bartolomeu Martí

"A diferencia de Berlín, hay que tener dinero para ser artista en Barcelona", comentan Lorena Pérez y Dennys Matos, comisarios de la exposición 'Berlin Tendenzen'

La reorientación del Centre d´Art Santa Mònica (CASM) ha levantado una polvareda de reacciones airadas que, más allá de la desaprobación y crítica a las decisiones del Departament de Cultura en torno a este espacio (cambio de contenidos, nombramiento de un nuevo director, Vicenç Altaió, sin concurso previo...), ponen de manifiesto el profundo malestar que recorre el mundo del arte contemporáneo catalán. ¿Acaso Barcelona no es ciudad para artistas? "Más bien es un anti-Berlín, porque no atrae artistas", responde Bartomeu Marí, director del Macba, a quien se une un coro de voces críticas que desplazan el foco del debate hacia cuestiones como la falta de instituciones intermedias entre las galerías y el museo, la urgencia de unos estudios de posgrado de calidad - "los artistas catalanes y españoles salen peor preparados que sus colegas europeos"-o el alto coste de la vida como elemento disuasorio.
"Hay que tener dinero para ser artista en Barcelona", resumen Lorena Pérez y Dennys Matos, comisarios de la exposición Berlin Tendenzen - que pudo verse en La Capella-y buenos conocedores de la escena artística alemana, quienes como primera causa del poder de atracción de Berlín, con sus 25.000 artistas, señalan la existencia de programas de residencia y el bajo coste de la vida. "Barcelona es una ciudad atractiva, pero los costes de los espacios la hacen inasequible para la mayoría de los artistas, que han de marchar fuera", confirma el artista multimedia Chema Alvargonzález, a caballo entre Barcelona y Berlín. Si Barcelona ha sido el punto de partida de tantos creadores de renombre internacional, ¿cuál es su potencial actual?

La Associació d´Artistes Visuals de Catalunya cuenta con algo más de un millar de asociados. La citada asociación, junto con la plataforma Cultura de Base, ha liderado las protestas contra la reconversión del Santa Mònica. "Me parece que se ha desaprovechado una ocasión para un debate público sobre el papel de los centros o fábricas de creación hoy. No creo sorprender a nadie afirmando que el propio modelo Santa Mònica estaba cuestionado por gran parte de la comunidad artística", apunta Berta Sureda, directora de actividades públicas del Reina Sofía y gerente de la Entitat Autònoma de Difusió Cultural de la Generalitat entre el 2004 y 2008. Para Sureda, "Barcelona, aunque atractiva para los artistas, decepciona por su falta de circuitos fluidos de comunicación y colaboración entre los diferentes agentes", que a su juicio pecan de una cierta endogamia.

Y mientras Jordi Martí, delegado de Cultura del Ayuntamiento, confía en que la red de fábricas de la creación eludirá el peligro de que "Barcelona sea un lugar donde pasan cosas pero no se producen", David Bestué y Marc Vives, que actualmente exponen por partida doble en el Reina Sofía y el Santa Mònica, aseguran que "es una ciudad donde ganarse el pan es complicado, pagarse la vida implica la vida misma", y enumeran las carencias que les dicta la experiencia: "Barcelona debe tener una universidad de calidad con conexiones con el entramado profesional, más allá de tres profesores voluntariosos, debe haber espacios para trabajar, producir y exhibir, y el artista debe poder pensar que cuando ha conseguido alguna de esas cosas, no van a cerrar el garito. Para dormir tranquilo". Y concluyen: "Barcelona no sólo no recibe artistas, sino todo lo contrario. El objetivo de los artistas es irse de aquí y eso conlleva un problema de contexto grave por el nivel de calidad y de discurso generado".

Para Bartomeu Marí lo esencial es "la materia gris", el clima intelectual. "El mercado, si tiene que venir vendrá después", y en ese sentido señala como prioritaria la creación de programas de posgrado en la universidad. "Madrid es la capital del arte moderno en España y sería bueno que Barcelona lo fuera del arte contemporáneo - dice-. Hay que crear un ambiente propicio y que el arte contemporáneo tenga relevancia social, pero para eso se necesita al mundo académico: ¿cuántas tesis sobre arte contemporáneo se escriben en las universidades catalanas?". Antonio Mercader, profesor de la UB, dibuja un triste panorama: "En la investigación y la experimentación, la producción y la difusión, la innovación y la transferencia del conocimiento artístico no hemos estado atentos al cambio de escala de los últimos años. Ha sido una derrota en todos los frentes". Y concluye que "con remarcables excepciones, no hemos hecho la renovación generacional de la historiografía del arte catalán, faltan grupos de investigación. No se programan suficientes estudios de posgrado cualificados. La excelencia, ahora que se habla tanto de ella, no se ha consolidado, porque nadie se ha preocupado".

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